
Pronto será el aniversario 500 de cuando Martín Lutero, monje alemán, pastor y profesor de seminario, publicó 95 objeciones a la práctica impartida por la iglesia de vender reducciones para la penalidad del pecado. La mayoría de los historiadores utilizan este evento para marcar el inicio de lo que llamamos la Reforma Protestante.
Martín Lutero y sus compañeros reformadores cambiaron al mundo europeo y más allá. Sus ideas se resumen en cinco declaraciones llamadas las cinco solas:
Sola Scriptura (la Escritura sola)
Sola Fide (la Fe sola)
Sola Gratia (la Gracia sola)
Sola Christus (Solo Cristo)
Sola Deo Gloria (A Dios solo la Gloria)
En los artículos interiores discutimos acerca de Sola Scriptura y Sola Fide; aquí hay más ideas sobre esta declaración, Sola Gratia – "la gracia sola."
Por la inspiración del Espíritu Santo, el apóstol Pablo escribió, "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9). También escribió esto en Romanos 4:16, "Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros." Esos dos pasajes declaran algo que también se presenta claramente en varias de las escrituras del Nuevo Testamento:
DIOS NOS SALVA POR SU GRACIA.
Esta no es una posición controversial entre cristianos con muchas tradiciones. Los católicos romanos y los creyentes ortodoxos están de acuerdo en que la gracia de Dios es necesaria para que cualquiera pueda estar bien y sea justo delante de Él.
La contribución especial de Martín Lutero y los otros reformadores fue enfatizar que somos rectos delante de Dios solamente por la gracia – no por gracia y fe, no por gracia y buenas obras, no por gracia y un buen corazón, no por gracia e iniciativa humana. Solamente por gracia.
En Efesios 2:8-9, nota que Pablo no dice que somos salvos por fe, sino que somos salvos por gracia por medio de la fe. Esto realmente es una distinción muy importante. La obra de nuestra salvación se cumple por gracia, y la gracia que salva se recibe por nuestra fe.
solamente la gracia nos coloca en una relación correcta con Dios– la fe simplemente lo recibe."
Una manera común de explicar la gracia es decir que es el favor inmerecido de Dios. Es una descripción bastante concisa y buena. La gracia es de Dios porque proviene de Dios Padre, Dio Hijo, y Dios el Espíritu Santo y es una expresión del amor del Dios trino. El Dios de la Biblia es un Dios de gracia.
LA GRACIA ES INMERECIDA.
No hay nada que podamos hacer para merecer la gracia de Dios. No nos da su gracia porque seamos maravillosos, sino porque Él es maravilloso. No es porque hayamos sido buenos en el pasado, presente o vayamos a serlo a futuro.
La gracia es un favor porque nos dice cómo se siente Dios hacia los que han recibido su gracia. Él los acepta y los aprueba; los ve en una luz favorable. Tienen lo opuesto a la desgracia; tienen gracia.
Una manera en la que a menudo malentendemos la gracia es que pensamos que simplemente es el poder de Dios o la parte de la obra de Dios. El describir a la gracia como simplemente la “parte de Dios” de nuestra salvación no se acerca en lo más mínimo en describir la gran idea de lo que es la gracia en el Nuevo Testamento. Bíblicamente entendido, la gracia es mucho más que la aportación de Dios a la obra.
ES SU AMOR, BELLEZA Y FAVOR ACTUANDO A FAVOR DE SU PUEBLO.
La palabra antigua que traducimos como “gracia” en nuestras Biblias modernas tenía el sentido de algo hermoso, algo que brindaba felicidad y satisfacción. Era utilizada para describir una amabilidad inmerecida, aceptación y aprobación.
Así que, esta gracia que nos rescata no es como un decreto del trono; es el amor, la aceptación y aprobación del Padre. Ya que provienen de Dios, tiene el poder y la autoridad de un decreto del trono, pero no es algo frío ni impersonal. Es el amor de Dios en acción a favor de su pueblo.
Al final de todo, el cristiano puede decir: Él me rescató. No me rescaté a mi mismo, sino que un Dios amoroso, de las riquezas de su gracia, me rescató del pecado, de mi mismo, de satanás y del mundo al rededor, los cuales están destinados a las tinieblas. Él me rescató, y lo hizo solamente por gracia.