
“Centrado en el Evangelio” parece ser un eslogan en estos tiempos. Algunos incluso lo dicen sin realmente saber lo que esto representa. Estar centrados en el evangelio es algo muy importante para nuestra teología, nuestra predicación y nuestro vivir, pero también es importante saber el por qué.
La predicación centrada en el evangelio está basada en una teología en donde Jesús está en el centro de todo.
Dios ha cumplido completa y totalmente nuestra salvación por medio de la persona y la obra de Jesús. Por medio de Cristo, Dios nos rescató del juicio y nos trajo a una comunión con Él. Hemos sido reconciliados con nuestro Creador y ahora podemos disfrutar esta nueva vida en Él por siempre. Ninguna parte de nuestra salvación fue obtenida por medio de nuestra fuerza personal, esfuerzo o buenas obras. Todo fue obra de Cristo. Este es el mensaje que resalta de cada pasaje de las Escrituras. Predicadores centrados en el evangelio deben ser testigos vivientes de la gracia de Dios, apuntando a los cumplimientos de Cristo en sus propias vidas. El predicador centrado en el evangelio no solamente predica el evangelio––pues tal no es solamente un aditivo importante, o un ingrediente––sino que, el evangelio mismo debe saturar todo acerca del mensajero y el ministerio que él supervisa.
La predicación centrada en el evangelio exalta a Cristo por medio del narrativo bíblico porque el evangelio es la culminación del gran narrativo de la misma Escritura.
El Espíritu Santo rellena la predicación de los mensajes que apuntan a Cristo. Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). En mi experiencia, nada se apodera más de los corazones de los oyentes que cuando una verdad del evangelio es sacada de cada pasaje de las Escrituras. El evangelio está establecido en los relatos del Antiguo Testamento, la creación, la caída, las promesas, el éxodo, las batallas, las profecías, y todos los aspectos variados de rebelión de los personajes de las Escrituras. Más adelante el evangelio desenvuelve el Nuevo Testamento; mientras que los cuatro evangelios forman el pegamento que une todas las Escrituras a la persona y obra de Cristo. Las epístolas son cartas Cristo-céntricas que hacen muy claras las implicaciones del evangelio para aplicación de cada persona, iglesia y situación.
La predicación centrada en el evangelio coloca la persona y obra de Cristo en el núcleo de la exégesis.
En mi propia predicación, predicaba sermones de “pasos prácticos” para ayudar a los congregantes a “hacer lo correcto” para poder descubrir la vida cristiana. Lo que yo sugería era un patrón de principios derivados de las Escrituras que conduciría al éxito en la vida. Al pasar de los años he podido ver que las Escrituras nos apuntan a la obra y persona de Cristo. Básicamente, cuando tenemos a Cristo como el centro de nuestras vidas, Él hace los cambios. Las Escrituras son claras “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13) y que básicamente es “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Por lo tanto, es importante para mí, presentar a Cristo, y solo Él en mis sermones. Ya no deseo colocar a la gente en una a lista de directivas basada en obras. Este cambio en mis propios sermones ha sido una transformación que señala la diferencia clave entre la predicación basada en las obras y la que está centrada en el evangelio.
Cuando mantenemos el evangelio de la redención de Cristo como el centro de nuestra predicación, tenemos un mensaje que es vitalmente importante.
En 490 AC, Filípides trajo una palabra vitalmente importante a los griegos en Atenas, que los persas habían sido derrotados. Él corrió 42.1 km de la ciudad de Maratón y cayó muerto en el piso diciendo, “¡Victoria!”. La carrera de Filípides es un gran ejemplo para la predicación centrada en el evangelio en el sentido de que él tenía una verdad tan importante que él estaba dispuesto a morir con tal de darla. Cristo hizo todo para “salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). En la cruz su mensaje, “¡Consumado es!” (Juan 19:30), es vitalmente importante y debe ser preservado en su forma pura y esencial.