
Cuando pensamos en los efectos de la pornografía, normalmente nos detenemos cuando lo definimos como algo moralmente malo. Rara vez consideramos cómo la pornografía nos cambia, y en el tipo de persona que nos convierte. No es simplemente decir que la pornografía es mala para nosotros; sino que va más allá, la pornografía te forma, o mejor dicho, la pornografía te deforma. La pornografía es una liturgia peligrosa.
Ya que somos diseñados como seres encarnados, lo que hacemos con nuestro cuerpo no fluye solo de lo que pensamos, sino que también refuerza y reconstruye lo que creemos. Nuestras prácticas físicas forjan nuestros deseos, y nuestros deseos forjan todo lo demás. Dentro de la iglesia, hemos llamado a estas prácticas “liturgias”. No solo pensamos en nuestra alabanza a Dios; también le cantamos en voz alta. No solo recordamos lo que Cristo ha hecho por nosotros en la cruz; también participamos de la santa cena en comunión. No solo sentimos amor por el cuerpo de Cristo; nos abrazamos, animamos y lavamos los pies. Nuevamente, esto no solamente expresa lo que creemos, sino que estas prácticas representan nuestra conversión en las personas que Dios nos ha llamado a ser.
Sin embargo, ya que esto es parte de lo que significa ser humano, tal como James K.A. Smith disputa en Desiring the Kingdom,(Deseando el reino) la vida entera es una liturgia, y todo lo que practicamos nos forma. Citando a K. A. Smith, “Las liturgias dirigen nuestro amor hacia diferentes objetivos de manera precisa y así entrena nuestro corazón por medio del cuerpo.”1 Esto incluye el hábito de ver pornografía. Esta realidad se eleva aún más cuando se conecta con el hecho de que Dios es quien ha diseñado al sexo para que sea una liturgia dentro del matrimonio. No solamente expresa el pacto del matrimonio sino que representa al matrimonio de manera física. Decimos con nuestro cuerpo lo que el matrimonio representa: “Te pertenezco a ti”. Más allá del aspecto teológico, también existe un componente biológico que hace que la pornografía sea especialmente impactante y adictiva. Esto significa que al consumir pornografía cambia nuestra perspectiva de nuestras relaciones sexuales y esto va directamente en contra del diseño original de Dios.
LA PORNOGRAFÍA DESVÍA NUESTRA SEXUALIDAD POR EL CAMINO EQUIVOCADO Y DE MANERAS MUY SIGNIFICATIVAS.
Primeramente, la pornografía nos configura para ver al sexo como novedad en lugar de intimidad. El diseño de Dios para la sexualidad se encuentra en su diseño del matrimonio, como lo menciona en Génesis 2:24 “los dos serán una sola carne.” El sexo es diseñado como una parte de la relación en donde dos personas se complementan y entregan sus vidas para ser uno solo. El sexo es exclusivo para esa relación, y nuestros deseos sexuales se ajustan a nuestro cónguye con los cambios físicos y de edad. Sin embargo, la pornografía nos presenta con un sinfín de personas disponibles para nuestro placer. El usuario va de foto en foto, o de video en video y nunca queda satisfecho con lo que ha visto en el pasado. Un aspecto que hace que la pornografía sea placentera es el proceso de aventura donde cada vez hay algo diferente, nuevo y hasta extremo. Es fácil notar cómo esto es destructivo para el diseño original del sexo. Lo que debería ser una eterna riqueza de satisfacción y crecimiento de intimidad se convierte en algo que no satisface por su familiaridad y límites. La pornografía no solo queda corta del diseño de Dios sino que también va en contra.
SEGUNDO, LA PORNOGRAFÍA NOS ENTRENA PARA SER EGOÍSTAS EN LUGAR DE DAR.
La pornografía es un producto consumible que solamente existe para brindar placer. Lo tomamos y no damos nada a cambio. De hecho, ya que Dios diseñó nuestra sexualidad para que sea incrustada en el matrimonio y con una pareja, no solamente se trata de dar nuestro cuerpo recíprocamente, sino entregar todo nuestro ser (piensa en el refrán de Cantar de cantares, “soy de mi amado y mi amado es mío”), la pornografía, como toda inmoralidad sexual, es explotadora. Seré claro; muchos fuera de la iglesia expresan que hay ciertos tipos de pornografía que sí es explotadora: cuando involucra a menores de edad o aquellos atrapados en la trata de personas. Sin embargo, para nosotros los cristianos, no es posible que seamos consumidores concienzudos de la pornografía. A diferencia de la carne animal, no importa si los que aparecen en pantalla son “de granja” o si el producto es “libre de crueldad”. La pornografía toma y utiliza a otra persona para nuestro placer sin recibir nada a cambio. No se trata meramente de la falta de reciprocidad, el sexo dentro del matrimonio no se trata de solamente recibir por lo que das; se trata única y completamente de entregarlo todo a la otra persona. Considera el consejo de Pablo a las parejas casadas en 1 Corintios 7:3-4:
"El esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, y la esposa debe satisfacer las necesidades sexuales de su marido. La esposa le da la autoridad sobre su cuerpo a su marido, y el esposo le da la autoridad sobre su cuerpo a su esposa."
Nota que Pablo ve el sexo como algo de nosotros le debemos a nuestro cónyuge, no lo que ellos nos deben a nosotros. No se trata de demandar nuestros derechos, sino de servir a la otra persona. La pornografía nos forma para enfocarnos en nuestras necesidades y ver a nuestro cónyuge como objeto de gratificación, o como lo menciona Jonathan Grant, como una “tecnología de felicidad.” Nuevamente, vemos que la pornografía no solamente es egoísta; forja una perspectiva egoísta del sexo.
POR ÚLTIMO, LA PORNOGRAFÍA NOS DIRIGE AL AISLAMIENTO CUANDO EL SEXO FUE DISEÑADO PARA SEPARARNOS DE NOSOTROS MISMOS Y DIRIGIRNOS HACIA UNA RELACIÓN CON ALGUIEN MÁS.
Cuando Dios dijo que no era bueno que Adán estuviera solo en el jardín del Edén, en parte era porque él no podía fructificarse ni multiplicarse por sí mismo, y se requiere de toda una sociedad para representar de manera correcta la imagen de Dios. El deseo sexual está atado a esta necesidad diseñada por Dios de tener comunidad. Sin embargo, la pornografía no impulsa a la comunidad, sino que prospera en la privacidad. Esto no es solo el resultado de la vergüenza, sino porque no requiere que otros satisfagan nuestra necesidad. Esto se intensifica cuando involucras la imaginación. Así como Jesús cuando habla sobre la inmoralidad sexual en Mateo 5:28, C.S. Lewis da justo en el blanco al escribir una carta a un jóven sobre la masturbación:
"Para mi, la verdadera maldad de la masturbación es que toma un apetito, el cual, en su uso licito, guía al individuo a salir de sí mismo y completar su propia personalidad en otra persona (y finalmente por medio de los hijos, incluso de los nietos) y lo retuerce: guiando al hombre a estar preso dentro de sí mismo, albergando esposas imaginarias en su harén. Este harén, una vez que se ha adquirido admisión, trabajará en contra para que el hombre nunca salga y encuentre una unión verdadera con una mujer verdadera. Siempre hay acceso al harén, siempre presto al servicio, sin requisito de sacrificios ni ajustes, dotado con atracciones eróticas y psicológicas, contra las cuales una mujer real no puede competir. Entre esas sombras de esposas, el hombre siempre es alabado y siempre es el amante perfecto: no se le amonesta por su egoísmo, no se impone inseguridad sobre su vanidad. El final de todo, ellas son un medio por el cual él se alaba a sí mismo."2
TODO ESTO SIGNIFICA QUE EL USO ACTUAL O EN EL PASADO DE LA PORNOGRAFÍA DEJA UNA MARCA EN NOSOTROS Y EN NUESTRAS RELACIONES.
Vemos como esto incrementa en nuestra sociedad; no habría movimiento en contra del abuso sexual si no fueramos moldeados por una cultura que imparte la práctica errónea del sexo. Podemos verlo en la soledad desenfrenada de un mundo que ha perdido el arte de la familia, amistad y comunidad. Lo vemos en un sinfín de matrimonios, cuando nuestros deseos sexuales toman el control y distorsionan el propósito de Dios para el matrimonio. En un mundo inundado de pornografía, esto puede traer gran desánimo. Muchos de nosotros podemos ver al pasado, repleto de hábitos deformantes y liturgias de pecado y preguntarnos si realmente existe una salida. No obstante, la esperanza que tenemos como cristianos es que, de la misma manera en que podemos ser deformados por la pornografía, podemos ser transformados en Cristo. No basta con solo creer los datos correctos sobre Jesús, sino también practicar lo correcto y andar en sus caminos. Al cultivar las prácticas correctas de la sexualidad (lo que la iglesia lo llama como “castidad”), y tener relaciones apropiadas con personas que afirman el diseño de Dios y portan su imagen, (como cuando Pablo le dijo a Timoteo que tratara a las jóvenes como sus hermanas y en toda pureza), podemos despojarnos de las prácticas antiguas, y andar por el nuevo camino de Cristo, se transformado por la renovación de la mente (Efesios 4:22-23).
1 Smith, James K.A. Desiring the Kingdom.
2 Lewis, C. S. (2004–2007). The Collected Letters of C. S. Lewis. (W. Hooper, Ed.) (Vol. 3, p. 758). New York: HarperCollins e-books; HarperSanFrancisco.