
¿Contextualización o relevancia? ¿Son lo mismo o realmente existe una diferencia? Teológicamente hablando, sí hay diferencia, pero no son polos opuestos. Podría ser que estos términos son como primos, son de la misma familia pero no son hermanos. Por ejemplo, puedo contextualizar el evangelio sin ser joven o estar a la moda, aunque eso signifique que no sea relevante (al menos no en mi aspecto físico) hacia una generación joven. Lo opuesto también es verdad, alguien puede ser perfectamente relevante en su modo de hablar, vestir y presentación y, sin embargo, no contextualizar bien el evangelio. Se ha escrito y hablado mucho acerca de la relevancia de nuestro movimiento, pero ¿que tal la contextualización?
Leí recientemente un artículo de perspectivas pastorales que disfruté mucho, luego, me topé con una frase acerca de la contextualización que me hizo ruido. Es una idea que he escuchado bastante de diferentes fuentes que simplemente no me cuadra. El autor escribió: “Quizá, 40 años de tratar de ‘contextualizar’ la fe para encajar con el espíritu moderno, en realidad ha transformado, no tanto el aspecto social o moral de nuestra sociedad, sino a la iglesia misma”. Hago énfasis en la palabra “tratar” porque creo que está hablando de intentos fallidos, en lugar del proceso como tal. Así que, dudo mucho que el autor se haya casado con la idea, no obstante, sí existe el pensamiento de que por esforzarse en la contextualización, la iglesia ha sido guiada por el camino del mundo. Es como si la iglesia hubiese comenzado a imitar al mundo y de alguna manera cayó bajo su hechizo, y por ende, se ha convertido más como el mundo y menos como Jesús. Me gustaría concentrarme en el tema de la contextualización (en lugar de la relevancia) porque creo que la iglesia no debería hacerse mundana en su intento de compartir el evangelio.
Muchos señalan al teólogo nigeriano Byang H. Kato como uno de los pioneros en desarrollar la corriente de la contextualización en la década de los 70. Él enseñaba dos principios para compartir el evangelio: permanecer fiel a su mensaje y encontrar las palabras adecuadas para comunicar de la manera en la que se pudiera recibir la Palabra. William Larkin cita a Kato para resumir a la contextualización de la siguiente manera: “hacer relevantes los conceptos o ideas en una situación dada…es esforzarse en expresar la inmutable Palabra de Dios dentro de las modas y relevancias mutables.” Kato vio la necesidad de la contextualización en su propio campo misionero al igual que en otros, sin embargo, también advirtió sobre de los peligros de sincronizar ilógicamente la mezcla de ideas y creencias en un nuevo sistema.
REGRESANDO AL ARTÍCULO DE LITFIN, NOS ADVIERTE QUE LA IGLESIA SE ESTÁ PARECIENDO TANTO AL MUNDO QUE TRAE DETRIMENTO AL EVANGELIO.
Ciertamente, se puede levantar el caso en contra de la iglesia mundana que se concentra más en la relevancia y apariencia que en atender al rebaño del Señor (1 Pedro 5:2). Sin embargo, la pregunta más profunda sería: ¿Será que como iglesia, nos hemos metido tanto en la cultura para poder compartir el evangelio a tal grado que nos hemos convertido más como la cultura que como el Cuerpo de Cristo? Nuevamente, no podemos generalizar, ya que nuestra sociedad ha evolucionado drásticamente desde sus raíces del siglo XVIII. Sería como entrar a una máquina del tiempo y traer a alguien del pasado para que analice la iglesia de hoy desde su perspectiva. Tal vez entren en shock; tal vez no puedan distinguir entre la iglesia y la cultura, o tal vez vean los avances que hemos hecho gracias a las herramientas de nuestro tiempo como la tecnología, academias y comunicaciones y den gloria a Dios. En ese caso, podemos estar confiados en el evangelio que nunca cambia y ver de nuevo la idea de contextualización de Kato: comunicar la Palabra de Dios de una manera en que la gente pueda entenderla. Podemos comenzar haciendo referencia a la Creación y utilizarla como punto de partida para el alcance de nuestra misión.
En el principio, dijo Dios, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis 1:26). Existe un gran debate en cuanto a lo que realmente significa portar la imagen de Dios, pero una de las perspectivas que más me anima es ver esto a la luz de nuestra misión. Dios formó a la humanidad para que viva y lo glorifique en el mundo que también creó. Por lo tanto, al darle dominio al hombre, lo cual no tiene precisamente el mismo significado que le damos hoy a la palabra “dominio”. Nuestra idea de dominio inspira cierto nivel de autoridad déspota, lo cual hace que surjan preguntas de parte de los ecologicamente escrupulosos. Creo que este punto de vista puede ser corregido al considerar cómo es que Dios gobierna soberanamente hoy en día. Él no es un déspota, Él es bueno y nos da dominio para que lo podamos reflejar. Estar hechos a la imagen de Dios corresponde más a quienes somos en lugar de la autoridad que poseemos. Christopher Wright lo explica así:
“Cualquiera que sea el caso, no debemos de considerar la imagen de Dios tanto como una ‘cosa’ independiente que poseemos. Dios no le dio a los seres humanos la imagen de Dios. Sino que, es una dimensión de nuestra propia creación. La expresión 'a nuestra imagen' es adverbial (o sea, demuestra la manera en la que Dios nos creó), no es una frase adjetival (como si describiera simplemente algo que poseemos). La imagen de Dios no es tanto algo que poseemos, sino lo que somos. Ser humano es ser a la imagen de Dios.
ES CON ESTA IDEA DE ESTAR HECHOS A LA IMAGEN DE DIOS QUE TAMBIÉN PODEMOS SENTIR LA PROFUNDIDAD DE LA CAÍDA.
La separación por causa del pecado que habita dentro de nosotros lamentablemente estropea la huella de la imagen de Dios en nuestras vidas. Uno de los versículos que mejor desarrolla este concepto es Romanos 1:18-32. Pablo describe la ira de Dios está contra la humanidad, no físicamente con fuego y azufre, sino en la descripción gráfica de la oscuridad de la sociedad humana. La causa se regresa a la imagen de Dios, ya que las personas han “detenido la verdad con su perversión”(Romanos 1:18). Lo que saben que es verdad y lo que se ha formado en su ADN es el conocimiento de su Creador. Pablo continúa, “ Ellos conocen la verdad acerca de Dios, porque él se la ha hecho evidente” (Romanos 1:19).
No obstante, el rechazo tiene su precio. El efecto del pecado está tan penetrado en el tejido de la sociedad que las personas están cerradas a cualquier conocimiento de Dios que vaya más allá de sus propios términos. Esto es realmente un dilema ya que, Dios, quien creó al hombre a su imagen, ve al hombre rechazandolo y recreando una imagen de Dios a la imagen del hombre. La manera en que Dios responde a esto es impresionante. En armonía con su deseo de ignorar a Dios, Él los entregó a sus “ideas necias” (Romanos 1:21), “y cosas vergonzosas que deseaban en su corazón” (v24) “para hacerse cosas viles y degradantes entre sí.” (v24). Dios ha permitido que los que portan su imagen caigan en mente, corazón y voluntad, hacia su propia destrucción. G. Campbell Morgen lo dice de esta manera:
“El hombre distanciado de Dios, no ha perdido los poderes que obtuvo al ser creado, sino que ha perdido la máxima capacidad en la cual los puede ejercer. Su inteligencia se oscurece, su emoción se atenúa, su voluntad se degrada. La amplitud de su condición espiritual ha cesado y el hombre percibirá las cosas materiales con ceguera parcial, tan trágico y patético. Emoción atenuada, una capacidad nacida del cielo, tratará de satisfacerse a sí misma enteramente en el reino terrenal y amará estar completamente cimentada en lo material, herida eternamente en su pérdida. Voluntad degradada, siempre intentando ser autoritaria e imperiosa, pero siempre será frustrada, golpeada y dominada.”4
Es al entrar a este desastre, que el nacido de nuevo se reúne con su Creador, y Dios lo envía fuera, restaurando su mente, corazón y voluntad por medio de la regeneración del Espiritu Santo. Es una nueva creación (2 Corintios 5:17); incluso se ha convertido en un “embajador de Cristo” (2 Corintios 5:21). Ahora debe hablarle a un mundo que ha sido oscurecido por el pecado y que ha rechazado la verdad. Asi que debe encontrar una manera de comunicarse, buscando un común denominador, un punto de contacto para poder emprender una conversación. Aquí es donde nos debe llevar la contextualización. La necesidad de contextualizar, no es tanto el ser relevante, citando películas o iconos culturales actuales, sino hablar la verdad inmutable de Dios de una manera entendible a una cultura en degeneración.
En el siguiente artículo, me gustaría desarrollar la idea de contextualización en la manera que predicamos la cruz y analizar unos ejemplos de misioneros. En resumen, la contextualización es comunicar el evangelio a un contexto cultural dado. En lugar de hacernos más como el mundo, debería hacernos más como Jesús, quien nos demuestra en los evangelios, cómo logró hacer este trabajo de manera ejemplar.
1 Litfin, Bryan. “Why We Need More Pastors Like Augustine.” The Gospel Coalition. The Gospel Coalition, June 21, 2019. https://www.thegospelcoalition... it he brings to light the benefits of living simply, giving more attention to holiness than appearance and then reminds us of the need to “focus on our own flock” as opposed to keeping an eye on our global impact before returning to the call of standing with our congregation until the end. I found his observations especially pertinent in the context of social media and globalization.
2 Larkin, William. Culture and Biblical Hermeneutics: Interpreting and Applying the Authoritative Word in a Relativistic Age, Wipf and Stock Publishers, 2003, p 152.
3 Wright, Christopher J. H. The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative, p 619. Wright, Christopher J. H. Mission of God: Unlocking the Bibles Grand Narrative. Place of publication not identified: InterVarsity Press, 2018.
4 Morgan, G. Campbell, and Winifred M. Howells. The Crises of the Christ. New York: Fleming H. Revell Company, 1903. p. 16.