
Los cristianos dicen a menudo que cuando Dios está obrando o el Espíritu Santo está moviéndose, está garantizado que habrán ataques desenfrenados por parte del enemigo. ¡Ciertamente este era el caso de la iglesia primitiva! Como hemos visto, el esparcimiento del evangelio y el crecimiento de la iglesia condujo a una serie de ataques externos, mayormente notables en la forma de falsa doctrina y persecución física. Sin embargo, a veces las amenazas más inesperadas e insidiosas son aquellas que vienen de adentro....
TODO SUCEDIÓ GRADUALMENTE.
Los apóstoles fueron naturalmente los líderes de la iglesia después del día de Pentecostés, y se involucraron en el esparcimiento del evangelio por todo el imperio romano y más allá. El apóstol Pablo había plantado un sinnúmero de iglesias por todo el mediterráneo, nombrando supervisores (conocidos como ancianos u obispos) para guiar estas congregaciones en conjunto con los diáconos. Después de la muerte de Pablo, las iglesias tenían que ser guiadas por un grupo de obispos y diáconos elegidos por la congregación, y no por un individuo; era claro por medio de las enseñanzas de los apóstoles que a pesar de que se les había dado a estos hombres la supervisión de las iglesias, también tenían que servir y cuidar a los creyentes igual que todos los miembros del cuerpo de Cristo (Hechos 20:28;1 Pedro 5:2-3).
Sin embargo, cuando comenzaron a brotar amenazas y problemas externos, ocurrió un cambio en el liderazgo de la iglesia. Al surgir estas preocupaciones y necesidades en la iglesia cristiana joven, los obispos tomaron el paso para suplir esas necesidades. Durante este tiempo, habían por lo menos TRES papeles que asumían los obispos en la iglesia:
GERENTE—Mientras crecían y se esparcían las iglesias, usualmente, los obispos eran responsables por el manejo de la distribución y uso de los recursos de la iglesia. A veces, un hombre tomaba el liderazgo en esta actividad. Esto se ve en la descripción de un servicio de la iglesia primitiva por el apologeta del siglo ll Justino Mártir: “Aquellos que tienen los medios y están dispuestos, cada uno de acuerdo a su propia elección, da lo que quiere, y lo que se recolecta se deposita con el presidente (obispo). Él provee para las viudas y los huérfanos, aquellos que necesitan ayuda por enfermedad o por alguna otra causa, aquellos que están en esclavitud, extranjeros que están peregrinando, y en pocas palabras, se convierte en el protector de todos los que tienen necesidad.”¹
PROTECTOR—Los obispos no solamente protegían a los que tenían alguna necesidad, sino que también en tiempos de persecución, la congregación comúnmente buscaba al obispo por dirección, fuerza, consuelo e inspiración. Tal era el caso de Fabián, el obispo de roma a mediados del siglo III. Cuando el emperador Decio instigó su persecución a los cristianos, él comenzó estratégicamente a matar a los líderes para intentar disuadir a los demás de su fe. Sin embargo, Fabián, al confesar audazmente a Cristo hasta el punto de la muerte hizo exactamente lo opuesto, inspirando y fortaleciendo grandemente a los creyentes en roma a estar firmes en su fe. Como Fabián, muchos obispos eran de gran apoyo para sus rebaños durante la violenta persecución.
DEFENSOR—Los obispos tenían un papel crucial en defender la fe ante las herejías. Los grandes concilios de la iglesia de los primeros siglos consistían de obispos que habían preservado y defendido la teología bíblica de los errores y ataques herejes. Estos hombres eran responsables de estar de acuerdo conforme al canon de las Escrituras y de formular credos que articulaban los principios esenciales de la fe cristiana.
Claramente, los obispos estaban comenzado a tomar un rol más prominente en el liderazgo de la iglesia primitiva; esto en sí mismo tal vez no fue problemático, pero al defender la fe de la herejía, se estableció un precedente peligroso.
Los gnósticos, como podrás recordar, decían tener autoridad por parte de maestros secretos nombrados por los apóstoles. Para defenderse de esta afirmación sin fundamentos, los líderes de la iglesia impusieron algo conocido como “Sucesión Apostólica,” el argumento de que los apóstoles habían nombrado públicamente a los obispos para liderar a la iglesia en su lugar, y esta práctica de nombramiento posicionó a los obispos en su lugar. Clemente, el padre de la iglesia primitiva explicó, “Nuestros apóstoles sabían, por medio de nuestro Señor Cristo Jesús, que habría disensión por el título de “obispo”. En su pleno conocimiento, por lo tanto, procedieron a nombrar a los ministros que mencioné, y continuaron agregando la instrucción que si estos perecían, otras personas acreditadas podrían ser sus sucesores en el oficio.” ²
AUNQUE LA INTENCIÓN DE SU AFIRMACIÓN ERA EN DEFENSA CONTRA LA HEREJÍA, LAS IGLESIAS COMENZARON A CONFIAR INCONSCIENTEMENTE EN SUS OBISPOS Y A CONSULTARLOS MÁS Y MÁS EN TALES ASUNTOS."
Para el siglo II, parecía oportuno designar un obispo para cada iglesia por el bien de la claridad y de la unidad de enfrentar a los falsos maestros; cada obispo esencialmente se convertiría en un punto de reunión en la batalla contra la herejía. Tal como William Bennett resalta, “Muchos llegaron a creer que un solo obispo representaba de una manera más clara la unidad de la iglesia, podría ser una fuente de autoridad libre y también serviría como una figura pública inconfundible.” ³
ESTO PUDO HABER PARECIDO UNA DECISIÓN ÚTIL, PERO ABRIÓ LA PUERTA A UNA AMENAZA INSIDIOSA INTERNA DENTRO DE LA IGLESIA: EL ORGULLO.
Para el siglo II, Ignacio declaró, “Pon atención al obispo y a la mesa de ancianos y diáconos. No hagas nada sin el obispo. Debes seguir al obispo como Jesús siguió al Padre.” 4 Con tal mentalidad, solo bastaba un pequeño paso para que los obispos tuvieran autoridad, no solo sobre las necesidades materiales en la congregación, sino que también sobre las necesidades espirituales; de hecho, para el siglo III, se creía que los obispos tenían el poder para perdonar pecados. ¡Una doctrina anti-bíblica y peligrosa por decir lo menos!
En retrospectiva, las consecuencias de tener este nivel de autoridad material y espiritual concentrada sobre individuos eran demasiado obvias. Haber cambiado de un liderazgo compuesto por obispos y diácono a un énfasis a los obispos, y después cambiar ese enfoque a un solo obispo, significaba que solo era cuestión de tiempo para que entrara el orgullo y tentara a los hombres débiles para explotar esa autoridad en busca de poder. Con razón Pablo le advierte al obispo a estar alerta “...no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo" (1 Timoteo 3:6). Las amenazas externas hacia la iglesia primitiva como la persecución y la herejía iban y venían, pero las amenazas internas del orgullo, poder y posición tenían longevidad con ramificaciones alarmantes, como veremos en el próximo artículo.
¡Que gran advertencia para nosotros! Nosotros también enfrentamos amenazas y peligros externos como cuerpo de Cristo; sin embargo, no hay una amenaza más grande, más insidiosa, ni perdurable que el orgullo que explota la peor y más débil naturaleza del hombre. Pablo advirtió correctamente a la iglesia de Éfeso de “no dar oportunidad al diablo” (Efesios 4:27). ¡Que la iglesia de hoy se mantenga alerta contra las amenazas internas del orgullo, poder y posición, no sea que le demos una oportunidad al diablo!
¹ Mark Galli and Ted Olsen, Christians Everyone Should Know, 131
² Clement of Rome, Letter to the Corinthians
³ William Bennett, Tried by Fire: The Story of Christianity’s First Thousand Years
4 Ignatius, Epistle to the Smyrnaeans