
¡Oh, que pudiéramos comenzar a explorar lo que significa estar en una relación con Dios! Tenemos algunas metáforas, que juntas, nos ayudan a entender un poco más de quienes somos en relación con Dios. Jesús nos llama sus siervos, pero si eso fuese todo, lo único que se enfatiza es la soberanía y autoridad de Dios sobre nuestras vidas. Nuestra relación no se detiene ahí, sino que se extiende hacia mínimo otros dos conceptos, es decir, como hijos y como novia.
JESÚS ES EL VERDADERO HIJO
Dios es un Padre. De hecho, su rol principal es el de padre. Antes de crear, sustentar y redimir, Él y su Hijo eterno siempre habían estado en una relación de amor. Cuando hablamos acerca de ser hijos, debemos de recordar que solamente hay un unigénito del Padre y Él está lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Desde el principio, el Hijo ha estado con el Padre. Él es uno con el Padre en naturaleza y sustancia. Él es la imagen exacta de Dios (Colosenses 1:15; Hebreos 1:3). Si has visto al Hijo, has visto al Padre (Juan 14:7-9). ¿Quién mas puede reclamar tal filiación? Jesús es el Hijo verdadero.
CUALQUIER OTRO HIJO FALLA
A través de las Escrituras, Dios ha dado el título de hijo a otros, comenzando con Adán (Lucas 3:38) pero también con los hijos de Israel (Éxodo 4:22) e incluso al Rey Salomón (2 Samuel 7:14). Sin embargo, al leer las Escrituras, puedes ver como cada uno de estos hijos fallan en reflejar a Dios como su Padre. Adán comió del fruto que no debía de comer, Israel vagó por el desierto con su corazón necio, y Salomón fue en pos de dioses ajenos y sus esposas. En cuanto a ser un hijo verdadero, ellos quedaron muy lejos de serlo.
SOMOS HIJOS POR ADOPCIÓN
Esta es la hermosura del evangelio de Jesús, el Hijo verdadero. Él agrada al Padre y el Padre lo ama supremamente (Mateo 3:17; 17:5). Aquí es donde se convierte en algo sorprendente. A pesar de que nosotros éramos hijos de ira por causa de nuestra rebelión (Efesios 2:3), recibimos la adopción como hijos (Gálatas 4:5). Ahora, aquí está la clave: Nuestra filiación nos es simplemente nuestra; es la filiación de Jesús. Piénsalo por un segundo. ¡Tenemos la filiación de Jesús! Gálatas 4:6 nos dice que, “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo…” ¡Eso significa que la filiación que tenemos (no como la de Adán, Israel ni Salomón) es la relación de Jesús con el Padre! La herencia que le pertenece a Jesús ahora también es nuestra (Romanos 8:17). Realmente vivimos la vida del Hijo de Dios (Gálatas 2:20), y así mismo, el Espíritu derrama con mucha gracia el placer del Padre hacia el Hijo sobre ti y sobre mí. La intimidad del Hijo se nos ha dado, para que digamos “¡Abba Padre!” ¿Sabes que eres un hijo? Tal vez ustedes mujeres puedan batallar con considerarse “hijos” y no hijas, pero tienes que saber que esto se refiere a la filiación de Jesús con el Padre y tienen que saber que nosotros los hombres tenemos que lidiar con ser llamados “La Novia”.
¿CÓMO DEBEMOS RESPONDER?
1. Aprende a relacionarte con Dios como Padre, no basándote en tu perfecta obediencia, sino la obediencia perfecta del Hijo de tu parte.
2. Puedes referirte a Dios como tu Padre en cualquier dificultad. “Abba,” un término de intimidad, la cual es la palabra mas simple de pronunciar para los labios mas jóvenes, es tuya para que se la digas a Dios. El título “Abba” aparece tres veces en la Biblia, una de ellas es dicha por los mismos labios de Jesús durante la tentación en el Jardín del Getsemaní (Marcos 14:36; Romanos 8:15; Gálatas 4:6).
3. ¿Puedes confiar en que el Padre te dará la fuerza mientras que el Hijo verdadero vive por medio de ti en todas las tentaciones de hoy?
4. Como hijos, no derivamos nuestra relación con Dios por medio de nuestro servicio sino por medio de la filiación que se nos otorga.