
Un hombre se me acercó en un café mientras yo preparaba un sermón. Él pudo darse cuenta que yo era cristiano, y al ver mis libros y computadora, rápidamente comprendió que era pastor; pronto aprendí que él amaba hablar.
Me dijo que el también era cristiano. Asistía a una iglesia muy carismática, de hecho, era una asociada con "Toronto Blessing" desde hace muchos años. En el transcurso de un par de meses, tuvimos unas cuantas conversaciones más. Una de esas veces me preguntó que si yo hablaba lenguas. Le dije que sí. En otra ocasión, me dijo que él tenía una palabra del Señor para mí. Mi nuevo amigo me dijo que yo necesitaba hablar en lenguas más seguido. Le contesté, "Recibo esa palabra, hermano, gracias por compartirla conmigo." No estoy seguro si él esperaba esta respuesta, pero yo quiero estar abierto a lo que sea que Dios tiene para mí, y como yo no soy el tipo de persona que ora en lenguas diariamente, escuché su consejo abiertamente. Después de todo, 1 Corintios 14:4 dice, "El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.” ¡Necesito ser edificado! Quiero que la iglesia que yo pastoreo sea edificada. Hablar en lenguas y la profecía son herramientas que Dios nos ha dado para edificación.
Es una cosa decir y enseñar que somos continuistas; y otra cosa, muy importante, es verdaderamente usar los dones que Dios nos ha dado individualmente y como cuerpo.
Hace un par de años estaba escuchando al Pastor Brian Brodersen compartiendo en Montreal en la conferencia de pastores del Este de Canadá. Durante su mensaje él mencionó que como pastores necesitamos dar a nuestra gente la oportunidad de ejercer los dones espirituales para tener un encuentro con el Espíritu Santo. En ese entonces, esto no estaba pasando en la iglesia que ahora pastoreo. Regresé a casa comprometido con proveer estas oportunidades. Había sido parte de un servicio donde se daba un tiempo de silencio para que el Espíritu Santo hablara y reuniones de oración en otras iglesias donde había servido y estaba ansioso por ver que esto sucediera en nuestra iglesia.
Comenzamos con una reunión de oración mensual en viernes. Yo compartía a la congregación un mensaje corto acerca de los dones el Espíritu y “daba permiso” de que ejercieran los dones si se sentían guiados a hacerlo. Ningún don fue expresado. No es que estuviéramos buscando que alguien hablara en lenguas o una palabra de profecía o algo así, pero nuestro tiempo simplemente se sintió un poco seco. No era lo que yo me esperaba.
No mucho tiempo después estuve en un retiro de pastores en las montañas de Pensilvania. Uno de los hermanos compartió un mensaje de Apocalipsis 3 acerca de la iglesia de Sardis: la iglesia muerta. Él hablaba acerca de la importancia de ser guiados por el Espíritu. Después de su mensaje tuvimos un tiempo de oración. Era una habitación de aproximadamente setenta pastores buscando al Señor. Durante este tiempo, tuve una impresión distinta de orar en lenguas en voz alta.
“¡Oh no!” pensé. “No puedo hacer eso. ¡Sé que estos hombres creen en el don de lenguas pero nadie más lo está haciendo!” Sin embargo, era una presión muy fuerte. Sabía que si no lo hacía estaría desobedeciendo al Señor. Internamente, estaba altercando con el Señor. Traté de armarme de valor diciéndome a mí mismo, “Después de que ese hermano termine, entonces voy a orar. No, después del otro, ahí sí lo hago.” Creo que el Señor me dijo, “Si no tienes el valor de orar en voz alta en una lengua desconocida ¿cómo puedo esperar que la gente que estás liderando haga lo mismo?”
Por la gracia de Dios, y una onza de fe, lo hice.
Esto fue lo increíble. El segundo que terminé, hubo un hermano al final de la fila que dio la interpretación. Fue un momento hermoso, supernatural, y edificante.
Desde ese momento, ha sido un gozo ver a la iglesia crecer en esta área. Ya es rutina dejar un tiempo después de nuestro servicio del domingo en la mañana para que la gente adore, ore, y que comparta una palabra o impresión que tengan de parte del Señor.
Hemos aprendido que si combinas el ser abierto al movimiento del Espíritu Santo con una enseñanza sólida y expositiva de la Biblia, el resultado es una iglesia dinámica, saludable y que honra a Dios.
Te animo a que estés abierto a lo que el Espíritu Santo quiera hacer en tu vida.