
En alguna ocasión, todos hemos escuchado, intencionalmente o por casualidad, a alguien decir un pensamiento o comentario negativo acerca de nosotros. Algunos de nosotros tal vez rápidamente rechacemos estos comentarios hirientes, incluyendo a alguna lección que se pueda aprender de lo que se ha dicho o quizá permanecemos demasiado tiempo en las opiniones dichas acerca de nosotros que ni siquiera son ciertas. A veces esto nos guía a un orgullo falso, al temor del hombre o inclusive a la inmovilidad que nos impide seguir avanzando en nuestro caminar con Dios mientras la amargura se arraiga en nosotros.
Ninguna de estas reacciones nos ayudan. Creo que tenemos que aprender del Apóstol Pablo en cómo defender nuestra reputación. En el libro de 2 Corintios, Pablo pasa mucho tiempo defendiéndose a si mismo, en términos de humanidad, hacia los corintios. Pablo entendía que las evaluaciones y pensamientos de los demás no daban como resultado quien realmente era Pablo. Él sabia que su verdadera identidad estaba escondida en Cristo (Colosenses 3:3). Creo que esta verdad sólida era lo que permitía que Pablo continuara hacia adelante a pesar de tanta persecución y opiniones negativas de su ministerio.
En 2 Corintios 4:17-18 nuevamente vemos lo que anclaba a Pablo en medio de las acusaciones, “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”
Las aflicciones de Pablo incluían sentirse atribulado, desesperado, perseguido y derribado (2 Corintios. 4:8-9). He experimentado cada una de estas emociones al recibir críticas de otros. Pablo tenia la habilidad de ver mas allá de las evaluaciones de que otros decían de él y veía hacia las verdades invisibles de la realidad, protegiéndose a si mismo de sentirse perplejo, abandonado y de ser destruido por las evaluaciones que le arrojaban.
¿Cuales eran exactamente las verdades a las que Pablo se aferraba tanto? Él se aferraba a la verdad del Evangelio y que ciertamente era un hombre de una mala reputación pero que Cristo tomó el castigo de esa reputación sobre si mismo en la cruz y en el intercambio mas lleno de gracia, acreditó su reputación perfecta sobre Pablo. Pablo sabía que cuando Dios lo miró, Él ni siquiera miró los pecados verdaderos que la gente susurraba, mucho menos los pecados falsos. Dios solo vio la reputación perfecta de Jesús acreditada en la cuenta de Pablo.
Desafortunadamente, yo no me aferro tanto a estas verdades cuando escucho que otros se quejan de mi o de la iglesia a la que pertenezco. Valoro más el pensamiento del hombre acerca de mí más que las declaraciones tan verdaderas y preciosas que Cristo dice de mí.
AQUI ES DONDE OTORGAMOS DEMASIADO ESPACIO PARA QUE LA AMARGURA SE ARRAIGUE Y COMENZAMOS A CONTAMINAR NUESTRAS RELACIONES.
En lugar de esto, deberíamos de permitir que las verdades del evangelio se impregnen en cada parte de nuestro ser y que cambien la manera en la que nos relacionamos con los demás. Cuando nos aferramos a la justicia que tenemos en Cristo, esto nos guiará a la humildad. Ya que no nos estamos revolcando debajo de una carga de culpa por no alcanzar las expectativas que otros tienen de nosotros, seremos libres para aprender de sus criticas, tanto buenas como malas, de llevarlas al Señor en sinceridad y de cambiar en donde Él nos guie a cambiar. Entonces seremos capaces de practicar la resolución de conflictos en nuestras relaciones basadas en el Evangelio. Poder terminar con esta hostilidad solo es posible por la cruz de Cristo (Efesios. 2:16).
La próxima vez, en lugar de inmediatamente tratar de utilizar nuestra propia defensa, recuerda que la justicia de Cristo es nuestra única defensa verdadera. Nada nos puede separar del amor de Dios, incluyendo la opinión del hombre.