
¿ALGUNA VEZ SE TE HA ACERCADO ALGUIEN Y DICHO, “HE ESTADO ORANDO POR MUCHO TIEMPO POR 'ESTA COSA', Y DIOS SIMPLEMENTE NO CONTESTA MI ORACIÓN”?
Tal vez han llegado al punto de creer que Dios no contesta ninguna oración. La mayoría de nosotros, desafortunadamente, no tenemos ni idea de lo que significa ser fervientes en oración. Oramos por algo una o quizá dos veces y después nos distraemos con otras cosas; después llegamos a conclusiones erróneas de que de alguna manera Dios ha fallado en escuchar nuestra suplica. Ahora, si ese no es tu caso, ¡bien por ti! Ese tipo de tenacidad ya no es la norma en nuestra cultura de la iglesia.
¿DIOS RESPONDE LA ORCIÓN? ¡ABSOLUTAMENTE! ES EL GOZO DEL SEÑOR DARNOS LO QUE LE PEDIMOS EN ORACIÓN.
Como David, deberíamos orar, “Oh Dios, oye mi oración; escucha las razones de mi boca.” (Salmo 54:2). Si no creemos en la eficiencia de la ración, no habría razón para pedirle a Dios algo. Él es quien nos dice que podemos confiar en que Él escucha personalmente nuestras oraciones. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15). Mientras como cristianos, prestamos demasiada atención a las palabras en esta oración (“alguna cosa” y “cualquier cosa”), ¿Que tan a menudo realmente las creemos?
ASI QUE, SI DIOS NOS OYE Y ESTÁ DISPUESTO A CONTESTARNOS, ENTONCES ¿POR QUE A VECES NOS SENTIMOS COMO QUE ÉL NO ESTÁ CONTESTANDO NUESTRAS ORACIONES?
Todos necesitamos recordar que somos finitos, no infinitos. ¡Los caminos de Dios no son nuestros caminos! Cuando Pablo le escribió a la iglesia en Roma les dijo:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:33-36).
Frecuentemente, pasamos por nuestra vida de oración, tanto corporativa como personal, como si estuviéramos dando un consejo directo a Dios de cómo debería de liderar el universo. Piensa en eso por un momento y deja que se penetre en tu alma. Tú y yo, las creaciones directas del Dios todopoderoso, tenemos la audacia de decirle a nuestro Creador cómo hacer las cosas. Después, cuando Él no hace algo en la manera que nosotros pensamos que debería hacerlo, pensamos que el cielo ha dejado de trabajar, que ha cerrado sus puertas y simplemente ha desaparecido. ¡Vamos! Nosotros somos los volubles y Dios es el que permanece fiel! ¿Qué nos debe Dios? La respuesta es, ¡nada!
COMO AMADO PADRE, QUIEN ESTÁ MÁS QUE ENCANTADO DE DAR A SUS HIJOS, ÉL QUIERE OTRGARNOS LAS RESPUESTAS A NUESTRAS ORACIONES Y PETICIONES.
Sin embargo, nuestras peticiones deben cumplir perfectamente es estándar de su carácter, su plan eterno y completo para nosotros y para aquellos por los que estamos orando.
Cuando yo era niño, ¿cuantas veces le pedí a mi papá que me dejara jugar con su navaja de bolsillo? Cientos de veces. Ahora, permíteme ser claro, no simplemente le pedí de una manera amable. Le supliqué, lloré y le hice berrinches. Fue feo. ¿Cuantas veces me dijo de una manera amorosa y llena de gracia “No”?' La misma cantidad de veces. ¿Sabes por qué? Porque Él sabía que si jugaba con su navaja de bolsillo, iba a haber mucha sangre.
Nuestro Padre celestial es muy similar. Él quiere que experimentemos de la vida y sus bendiciones, pero sabe que no es sabio darnos algo que en verdad queremos, lo cual rápidamente se podría convertir en una visita a la sala de emergencia, resultando en puntadas para nosotros o nuestros amigos o familiares. Es por eso que a veces parece que Dios no está contestando nuestras oraciones. Su “falta” de acción (desde nuestra perspectiva) es en realidad, lo opuesto. Lo que está haciendo es contener la ola del desastre, esperándonos del otro lado de la situación para la que no estamos listos y limpiándonos de nuestros deseos que han nacido de nuestro egoísmo, envidia u orgullo.