
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Juan 13.35
Como cristianos, sabemos que Dios nos ha llamado a amar. Cuando un hombre le preguntó a nuestro Señor cual era el primer y más grande mandamiento la respuesta fue clara, “Amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Es claro en nuestra teoría cristiana que es en el amar a Dios y a la gente que toda la ley y los profetas se resumen pero, ¿podríamos decir que lo es también en la práctica?
En la noche en que el Señor sería entregado tomó con ellos la cena y preparó sus corazones para lo que pasaría en pocas horas. Una de las cosas más impactantes para Juan, que se identifica a sí mismo como el discípulo amado, fue esa noche en la que Él les enseñó un nuevo mandamiento:
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Juan 13.34
Este mandamiento era nuevo porque ahora el estándar de amor era el amor que Él muestra por nosotros y no el que nos demostramos a nosotros mismos. Nuestro Señor no sólo se quedó en una instrucción teórica de amarse los unos a los otros, sino que esa misma noche se los demostró hasta el fin.
Analicemos el capítulo 13 de Juan y vayamos paso a paso por aquella noche y aprendamos cómo Él nos amó.
1. Siervo lava pies
Se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.
Juan 13.4-5
Alrededor de esa mesa, junto al Señor, estaban los doce discípulos. Uno de ellos iba a traicionarle y entregarle en una cuantas horas, otro de ellos iba a negarle públicamente después asegurar que moriría por Él, los otros lo abandonarían llenos de temor. Pero todos, sin excepción vieron como el creador del universo tomaba la posición del esclavo más menospreciado de todos y tocaba la parte del cuerpo más menospreciada de todas para mostrarles qué es servir y amar.
Amar es despojarse de todo lo que eres (en nuestro caso, de lo que creemos ser) para servir a los demás y buscar el beneficio de aquellos que te rodean.
El amor es práctico y te lleva a humillarte con tal de que otros sean bendecidos y beneficiados. Jesús quiere que ellos entiendan lo que había pasado, no sólo para que entendieran lo que Dios había hecho por el humano pecador sino para que de esa manera hicieran los unos por los otros. “Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?... Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”. Juan 13.12 – 14
La manifestación de amor de nuestro Señor, para con sus discípulos es clara, diciente y confrontante. Nuestro servicio consiste en humillarnos para que otros sean bendecidos, aunque esos otros sean quienes me traicionan, me niegan o me abandonan. Ese es el ejemplo de servicio de amor.
2. Invitado de honor
Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
Juan 13.26
La mesa usada por el Señor para compartir la cena de pascua con sus discípulos tenía una forma muy especial y con un orden muy especial. Los rabinos enseñaban que era “derecho” de todo judío comer como rey al menos una vez al año. La cena escogida para honrar esa instrucción era la de pascua pues se debía comer todo un cordero esa noche. Los reyes comían en unas mesas llamadas triclenium. En Jerusalén se rentaban habitaciones adaptadas para compartir la cena de pascua y parte de la adaptación era esa clase de mesa. Esta mesa tenía asignaciones claras, el segundo lugar a partir de la izquierda era el lugar del anfitrión, el mejor lugar a la mesa era a la izquierda y a la derecha del anfitrión. El de la izquierda era considerado el lugar de más honor a la mesa y cuando leemos que nuestro Señor le dio un poco de pan en la boca de Judas sabemos que eso significa que él estaba a la izquierda del Señor. Pero, ¿Cómo llegó Judas, el traidor, a estar sentado a la par del Maestro, del Mesías? ¿Cómo puede estar en el lugar de más alto honor? Yo creo que el Señor lo invitó a sentarse ahí para mostrarle, hasta el último momento, que le amaba y que tenía la oportunidad de arrepentirse.
Amar es estar dispuestos a honrar a aquellos que no te honran y que incluso están dispuestos a traicionarte. Amar como Jesús ama es permitir que aquellos que te odian puedan ser bendecidos si esta bendición es para promover una oportunidad de arrepentimiento. No estoy diciendo que el Señor quiso honrar la traición de Judas, pues esta traición fue juzgada, sino que digo que hasta el último momento el Señor quiso quitar del camino cualquier excusa que Judas pudiera tener de que Dios no había mostrado compasión y amor hacia él, esa es la forma en que Él nos amó. Tú y yo hemos sido Judas y hemos recibido la misma oportunidad.
3. Bocado de honra
Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.
Juan 13.26
El mismo verso nos provee de mayor profundidad para poder entender el gran amor de nuestro Señor. El contexto cultural de la época y la cultura nos ayuda a comprender lo que sucedió en ese momento. El partimiento del pan en esa cultura implicaba un acto de compañerismo íntimo y de reconciliación entre enemigos. Había un significado especial en el sentarse a compartir del mismo plato y partir el pan juntos. Pero hay un significado aún más profundo en el poner un bocado de pan en la boca de alguien, este gesto iba un poco más allá y era algo que sólo hacías cuando querías expresar amor, perdón y sacrificio por alguien. Partir un poco de pan y ponerlo en la boca de alguien comunicaba lo siguiente, “Te amo, te perdono y daría la vida por ti”.
El entendimiento de este gesto cultural trae tanta luz y asombro a la hora de comprender que amor tuvo nuestro Señor por Judas y por nosotros.
En ese momento el Señor le decía a Judas, "Conozco tu corazón, sé lo que vas a hacer pero quiero que sepas que te amo y daré la vida por tu perdón." Si nos asombra el amor de nuestro Dios hacia su traidor nos escandaliza la reacción de este hombre, endurece su corazón y permite la obra del diablo en su interior. Rechaza el amor y el perdón del Mesías y le permite al diablo usarlo como su instrumento.
Qué gran amor el de nuestro Dios al ofrecer reconciliación a su traidor hasta el último momento. Esa fue la razón por la que los demás discípulos no reconocieron a Judas como traidor aunque el Señor se los mostró tan claramente. Es imposible que el mismo hombre que Jesús ha invitado a sentarse en el lugar de honor, que ha recibido la confianza del manejo del dinero y además le ha expresado amor y perdón de una manera tan íntima sea quien le traiciona.
El llamado entonces es a amar, ofrecer perdón y reconciliación a aquél que no lo merece hasta el final. Eso es amar como Él amó.
4. Dolor compasivo
Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
Juan 13.21
A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. (Pasaje Paralelo)
Mateo 26.24
Este es otro de los momentos más conmovedores de esa noche. El Señor está consciente de todo lo que ocurrirá esa noche, de con cuanto temor los discípulos le fallarían esa noche, del fracaso emocional de Pedro, de la malvada traición de Judas, del odio enseñado de los sacerdotes y judíos, del castigo del Padre sobre Él aunque es inocente, pero muestra un momento para mostrarnos el dolor que se produce en el corazón del Padre cuando un ser humano rechaza su gracia. Justo después de referirse que aquel que le recibe a Él recibe al Padre el texto nos dice que nuestro Señor se conmovió en su interior. La palabra "conmoción" se refiere a la idea de experimentar angustia y aflicción, pero ¿qué causó esta angustia? Anunciarles que uno de ellos le traicionaría. Pero el texto nos deja claro que Él ya sabía quién era y ya observamos como lo trató, entonces la aflicción no viene de saber quién la traicionaría o de saber que sería traicionado pues ya Él se los había anunciado, es más, el capítulo inicia diciéndonos que el Señor lava los pies de los discípulos sabiendo que ya la hora había llegado. Creo que lo que angustia y aflige el corazón de nuestro Señor es pensar que pasaría con aquel que le traicionaría. La Biblia nos habla de un Dios justo y santo que castiga la maldad, pero no de un Dios que se regocije en hacerlo. El mismo lo dice en Ezequiel, “Vivo yo… que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos”. Creo yo que la aflicción de nuestro Señor viene de reconocer el final de Judas, el traidor que recibió todas oportunidades, pero que las rechazó todas. Dios no se goza en la perdición de los hombres, se duele pero nos da la libertad para tomar decisiones.
El amor se duele por la perdición de los hombres y ofrece oportunidades de perdón, pero también da libertad para que ese perdón sea acepto y no. Amar como Él ama es también experimentar un dolor genuino por la perdición del incrédulo, un interés genuino por las almas. Así fue como Él nos amó.
5. Sé lo que harás
Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Juan 13.37 – 38
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces. (Pasaje paralelo)
Lucas 22.31 – 34
Ante la noticia de traición, humillación y sacrificio del Mesías, Pedro reacciona con indignación siempre. En la primera oportunidad Pedro reprendió al Mesías (suena risible, lo sé, pero eso hizo). “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle (reprenderle), diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Mateo 16.22
Durante la última cena, al escuchar que Jesús se apartaría físicamente de ellos y que no podría seguirle sino hasta después, Pedro dice, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti”. Ante las palabras de Pedro, el Señor le anuncia su muy próxima negación. Pero, recordemos, el Señor ya ha lavado los pies de Pedro también, le ha mostrado su amor, ¿Qué significa esto? Jesús ama a Pedro a pesar de lo que va a hacer. Dios estaba consciente del fracaso de Pedro, sabía que le fallaría pero aun así le ama, aun así le ha mostrado de manera práctica real que se ha humillado para amarle hasta el fin. En el pasaje paralelo de Lucas nos muestra que incluso el Señor le anunció que después de fallarle sería restaurado y podría, de esa manera, consolar al resto de los otros débiles discípulos.
Dios está consciente de mi debilidad y anhela glorificarse en ella, (2 Corintios 12.9) y sabe que fallaré, fracasaré en mi anhelo de serle fiel cada vez que descanse en mi esfuerzo. Él sabe que mi naturaleza de pecado mi inclinará hacia el mal pero aun así me ama. Ese es el amor con el que nos amó. Conociendo lo que hemos hechos y somos capaces de hacer, conociendo nuestros próximos fracasos y pecado, nos ha amado. Su decisión ha sido de amar incondicionalmente y de ofrecernos su gracia y perdón aun sabiendo que no lo merecemos. Ese es el amor con el que nos amó. ¿Amamos nosotros así? ¿Decido amar incluso cuando sé que no será recíproco? ¿Amo más aun cuando amando más sea amado menos? (2 Corintios 12.15) Ese es el corazón del maestro y yo soy su discípulo.
Él me ha amado aunque no le amaba, aunque era su enemigo (Romanos 5.10), ahora soy su discípulo y Él mismo dijo que reconocerán que lo soy si amo como Él amo. Su invitación para mí y para ti es a que le sigamos, que vayamos con Él mientras morimos más a nuestra clase de amor y su gracia nos enseña a amar como Él.
Es triste ver en nuestros días como podemos ver a muchos cristianos intentando manejar a perfección teologías, corrientes de pensamiento y filosofías de ministerio pero es necesario reconocer que sin importar cuan fuerte yo crea que es mi teología, si esta no me está llevando a amar como Él me amó, entonces estoy fracasando como su discípulo.