
La predicación es el acto de proclamar la Palabra de Dios a las personas. En el área de evangelismo, la predicación anuncia las buenas nuevas de Dios acerca de Jesús y Su salvación. Y en el área de edificación, la predicación nutre, anima y equipa. Predicar es la responsabilidad y privilegio de la iglesia.
Homilética es “el arte de predicar”. La palabra “homilética” proviene de la palabra en griego que significa “juntar o armar”. Su meta es proveer principios y métodos para una prédica clara y efectiva. Habiendo dicho esto, entiendo que lo que aprendemos en homilética solamente es tan bueno como su recurso. Si se enseña sin enfoque en la Biblia, entonces la prédica se reduce a ideas y opiniones humanas. Si se enseña sin énfasis en el Espíritu Santo, entonces la prédica se reduce a oraciones sin vida y sin poder. Personas que desean ser más preparadas en su llamado como predicadores necesitan una buena fuente de instrucción. Con esto en mente, me he dado cuenta que el Apóstol Pablo es un muy buen maestro.
Pablo dedicó alrededor de 30 años de su vida proclamando el Evangelio en el mundo y enseñando a cristianos cómo vivir y servir como Jesús. Él hizo esto con humildad y pasión. Él mantenía sus objetivos claros y enfatizaba el carácter piadoso e integridad en su predicación. 2,000 años después, la iglesia y el mundo sigue sintiendo el impacto de su predicación. Más que eso, Dios continúa siendo glorificado. Pablo es un buen recurso del cual podemos aprender homilética.
Como es de esperarse, podemos generar una larga lista de ejemplos de las enseñanzas de Pablo – una lista demasiada larga para este artículo, ya que el espacio y el tiempo es limitado. Sin embargo, sí haré mención de cinco.
1. PABLO PREDICABA A CRISTO
Pablo escribió, “a Él anunciamos” (Colosenses 1:28). Esto es “homil-ÉL-tica.” Solamente en sus epístolas (excluyendo Hebreos), “Jesús” aparece 213 veces y “Cristo” 375 veces. El enfoque de sus predicaciones no era la historia, la ciencia, la política o la cultura contemporánea. El enfoque era Cristo Jesús – Dios encarnado: santo y justo, sacrificado y resucitado, ascendido y exaltado. De la misma manera, debemos enfatizar y exaltar al Señor Cristo Jesús, buscándolo en las Escrituras y proclamándolo en nuestra predicación.
2. PABLO PREDICABA LAS ESCRITURAS
Pablo encomendó a un joven pastor llamado Timoteo, “Predica la palabra” (2 Timoteo 4:2). La predicación de Pablo era bíblica. Él exponía la palabra del Antiguo Testamento y explicaba la doctrina del Nuevo Testamento. Él creía que la Biblia era la palabra inspirada por Dios, la cual convierte, santifica, edifica, equipa y sustenta, y Pablo la proclamaba como tal. No estaba avergonzado de ella y la proclamaba implacablemente. ¿Es esto cierto acerca de ti y de mí? Debemos predicar un Evangelio bíblico, exponer textos bíblicos, y comunicar la verdad bíblica.
3. PABLO PREDICABA EN EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO
Escribiendo a la iglesia de Tesalónica, Pablo testificaba, “nuestro evangelio no llegó a ustedes solo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción” (1 Tesalonicenses 1:5). La predicación de Pablo no estaba limitada por sabiduría humana ni elocuencia. De hecho, era lo opuesto: “Hermanos, cuando yo fui a ustedes para anunciarles el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría” (1 Corintios 2:1). Su predicación era marcada por el Espíritu Santo: “Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:4). Sin el Espíritu Santo en la prédica, la gente se queda con sermones que informan y reforman, pero no transforman. Debemos hacer prioridad buscar a Dios por la presencia y el poder del Espíritu Santo en nuestra predicación.
4. PABLO PREDICABA CON UNA CONSCIENCIA CLARA DELANTE DE DIOS Y DE LA GENTE
El carácter del mensajero valida o desacredita su mensaje. La manera en la que un predicador vive, determina la manera en la que la gente va a recibir lo que predica. Pablo entendía esto. Por esta razón, prestaba atención especial a mantener una consciencia clara y limpia delante de Dios y la gente. Él declaraba, “por esto yo me esfuerzo siempre por tener una conciencia sin remordimiento delante de Dios y los hombres” (Hechos 24:16). También, “no damos a nadie ocasión de tropiezo en nada, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Más bien, en todo nos presentamos como ministros de Dios” (2 Corintios. 6:3-4). Su vida autentificaba sus sermones; sus sermones fluían de su vida. De igual manera no debemos olvidar esta parte de nuestra preparación (Esdras 7:10). Debemos de atender nuestro carácter e integridad como representantes de Cristo que enseña la palabra de Dios a otros.
5. PABLO PREDICABA CON AMOR A DIOS, Y CON COMPASIÓN POR LAS ALMAS
Pablo predicaba porque amaba a Dios: “Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, así hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres sino a Dios quien examina nuestro corazón” (1 Tesalonicenses 2:4). Pablo predicaba porque él se preocupaba por las almas: “Tanto es nuestro cariño para ustedes que nos parecía bien entregarles no solo el evangelio de Dios sino también nuestra propia vida, porque habían llegado a sernos muy amados” (1 Tesalonicenses 2:8). ¿Amamos a Dios y nos preocupamos por otros cuando predicamos? ¿Es nuestra meta agradar a Dios? ¿Se duele nuestro corazón por las almas que no tienen a Cristo y que están condenadas? ¿Anhelamos el progreso y perseverancia del pueblo de Dios? Si no es así, necesitamos orar para que el corazón que está conformado dentro de nosotros sea más como el de Jesús. Cuando esto sucede, proclamaremos más de la verdad de Dios y transmitiremos el corazón de Dios: “Les daré pastores según mi corazón, y ellos los pastorearán con conocimiento y discernimiento” (Jeremías. 3:15). Esta es una predicación que alaba y agrada a Dios.
Al escribir esto, más de 25 años de predicar me respaldan. Mirando hacia adelante, la homilética de Pablo continúa cambiándome y ayudándome a convertirme en un mejor comunicador de Cristo y de Su verdad. Nunca quiero dejar de ser retado. Nunca quiero dejar de aprender. Que Dios continúe transformándonos en predicadores que exaltan a Dios, que son Cristo-céntricos y llenos de poder por el Espíritu Santo. Amén y amén.